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Una reflexión sobre el diálogo entre la Iglesia Católica-Romana y la Iglesia Anglicana

Por Rodrigo Contreras*
Octubre, 2000

Anglicans Online has produced an English translation of this document.

el Arzobispo y el Papa
El Arzobispo de Canterbury y el Papa Juan Pablo II har trabajado entusiastamente por la reconciliación entre nuestras iglesias.
Con motivo de la reciente publicación por parte de la Iglesia Católica Romana del documento Dominus Iesus1 (Señor Jesús) en la que ignorando 30 años de progreso ecuménico esta reitera su antigua pretensión de ser la única y autentica Iglesia de Cristo, calificando a las demás Iglesias que -según su juicio- (como la nuestra) no mantuvieron la sucesión apostólica y por lo tanto no tienen sacramentos validos como defectuosas y no propiamente Iglesias, el diálogo que realiza la Comisión Internacional Anglicana-Católica-Romana (ARCIC, por sus siglas en inglés), que había alcanzado avances muy importantes parece nuevamente estancarse y vuelve a ser motivo de comentarios, tanto a favor, como en contra, en todos los círculos dentro de ambas comuniones, principalmente entre sus detractores, quienes dicen que este diálogo ya esta sepultado, mientras que para sus impulsores, reina el desconcierto y es clara señal de que aun falta mucho camino por recorrer hacia el entendimiento mutuo, principalmente del lado católico-romano.

Este parece ser un buen momento a la luz de los últimos acontecimientos para que como anglicanos comprometidos con el presente y futuro de nuestra Iglesia, nos tomemos un momento en la reflexión de este diálogo, que debería ser importante para ambas Iglesias en la búsqueda de la unidad (como un primer paso para la reconciliación de los cristianos) y así contribuir a la reconstrucción de la Iglesia que profesamos que es: Una, Santa, Católica y Apostólica.

Sus orígenes

Tras la conclusión del Concilio Vaticano II y el gran espíritu ecuménico que surgió después de este, tras más de 400 años de separación y distanciamiento entre nuestras Iglesias, en 1966 el Arzobispo de Canterbury, Michael Ramsey se reunió en Roma con el Papa Paulo VI para iniciar una nueva era ecuménica entre nuestras Iglesias con vistas a la remoción de las causas de nuestro conflicto y restablecer la unidad.

Con esta finalidad se estableció la ARCIC, que ha producido una serie de acuerdos conjuntos: sobre doctrina eucarística en 1971; sobre ministerio y ordenación en 1973; y dos acuerdos en autoridad en la Iglesia, en 1976 y 1981; que fueron presentados ese mismo año (acompañados de algunas aclaraciones) como El Reporte Final[2], que al parecer habían removido en gran medida los puntos sustanciales en áreas donde nuestras Iglesias habían estaban en permanente discordancia y conflicto, tras nuestra separación.

Estos acuerdos fueron reconocidos por la Conferencia de Lambeth de 1988 y ratificados en la de 1999 como congruentes “en sustancia con la fe de los anglicanos”[3].

“El Don de la Autoridad”

El gran avance conseguido por la ARCIC logró su punto más alto en mayo del año pasado al presentar el documento titulado "El Don de la Autoridad"[4], el cual propone que en una en una eventual reunión los anglicanos pudieran aceptar la primacía papal bajo ciertas condiciones claras.

El informe señala la forma en que se ejerce la autoridad en varios niveles de la vida de la iglesia,  principalmente entre los que tienen el ministerio de la vigilancia (episcopé), la cual tiene como principal papel la proclamación del evangelio, la sinodalidad entre todos los miembros de la iglesia y el papel singular de los obispos cuando tienen que discernir y articular la fe, asegurando que todas las iglesias estén en comunión, expresando que en circunstancias especiales, la iglesia puede enseñar de manera infalible.

También expresa el papel del Obispo de Roma “dentro del colegio de obispos” en cuanto al discernimiento de la verdad, estableciendo claramente que toda proclamación solemne pronunciada desde la cátedra de Pedro es pronunciada dentro del colegio de obispos y no fuera de este, y que al formular solemnemente tal enseñanza el tiene “el deber de de discernir y explicitar, en fidelidad a las Escrituras y la Tradición, la fe autentica de toda la Iglesia, que es la fe de todos los bautizados en comunión” y ARCIC dice que “este es un don que debe ser recibido por todas las Iglesias y que incluye el reconocimiento de la primacía del Obispo de Roma”.

La sección final establece retos para ambas comuniones si se comprometen a una vida común.

Para los anglicanos retoma uno de los asuntos más contenciosos de la última Conferencia de Lambeth (1998): la interdependencia entre las provincias de la Comunión Anglicana, como hasta que punto esta la comunión abierta a la aceptación de instrumentos de supervisión que permitieran que se tomaran decisiones que, en ciertas circunstancias, serían mandatorias para toda la iglesia, y hasta que punto las acciones unilaterales de las provincias, aun después de que haya habido una consulta, debilitan la koinonia.

Para los católicos romanos de la misma manera cuestiona de que manera realmente se han llevado a cabo de manera real y efectiva las enseñanzas del Concilio Vaticano II, como la más activa participación entre el clero y el laicado en la convocación de sínodos,  y hasta que punto ha sido suficientemente puesta en practica la enseñanza sobre la colegialidad de los obispos, así como que tanto realmente se realiza una consulta entre el Obispo de Roma y la iglesia local antes de tomar decisiones importantes.

Esta ultima sección presenta además un atractivo retrato de un ministerio de primacía renovado ejercido en la colegialidad y la conciliaridad, un ministerio del servidor de los servidores de Dios, quien sustenta la legítima diversidad y acrecienta la unidad y señala que sería necesario que ambas comuniones estén dispuestas a una recuperación y re-recepción  (bajos ciertas condiciones) de la primacía universal del Obispo de Roma.

Presente y futuro del diálogo

Un balance de estos 30 años de diálogo fue hecho por obispos anglicanos y católicos romanos reunidos en Toronto, Canadá en abril pasado; los cuales encontraron que ya era tiempo de que se firmara una declaración conjunta de fe, para lo cual habían acordaron se formara una comisión conjunta que se dedicará exclusivamente a prepararla.

Finalmente del 26 de agosto al 3 de septiembre pasados la ARCIC se reunió en Paris para definir la forma en que se iban a poner en marcha los acuerdos tomados en la reunión de obispos y perfilar el futuro del diálogo.

Es en este punto donde las opiniones se han dividido en torno a dos cuestiones: unidad de fe o unidad orgánica. Para unos está declaración conjunta sería el fin último del movimiento ecuménico, mientras que para otros no se pueden separar ambas cosas.

La cuestión es como podemos interpretar las palabras de nuestro señor Jesucristo quien oro al padre para que sus seguidores fueran uno “así como nosotros somos uno... y el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí” (Cf. Jn 17,22-23).  ¿Acaso no la unidad entre el Padre y el Hijo no es una comunión perfecta, como la que tendría que tener la Iglesia?

En 1991 ARCIC lanzó un documento titulado La Iglesia como comunión donde muy claramente expone porque la unidad espiritual no es suficiente explicándolo de la siguiente forma: “Para un cristiano la vida de comunión significa compartir  en la vida divina, siendo unidos con el Padre, a través del Hijo, en el Espíritu Santo, y consecuentemente estar en compañerismo con todos aquellos que comparten el mismo don de la vida eterna. Esta es una comunión espiritual en la cual la realidad de la vida por venir ya está presente. Pero es inadecuado hablar sólo de una realidad espiritual invisible como el cumplimiento del deseo de Cristo para la Iglesia; la profunda comunión ideada por el espíritu requiere una expresión visible. El propósito de la visible comunidad eclesial es encarnar y promover esta comunión espiritual con Dios” (Cfr. 16-24,43 La Iglesia como comunión)

“Para que todas las iglesias estén juntas en comunión, en la única comunión visible que Dios desea, es requerido que todos los elementos constitutivos esenciales de comunión eclesial estén presentes y mutuamente reconocidos en cada uno de ellos. Entonces la comunión visible entre estas Iglesias es completa y sus ministros están en comunión mutua. Esto no implica necesariamente el mismo orden canónico; la diversidad de estructuras canónicas es parte de la aceptable diversidad que enriquece la única comunión de todas las iglesias. (Cfr. 43; 45, La Iglesia como comunión)

De hecho esto se viene proponiendo desde las Conversaciones Malinas en un documento titulado “The Church of England united not absorved” (La Iglesia Anglicana unida no absorbida) de 1925, en la que propone o establece que podría haber una formula para que tras una eventual unión la Iglesia no perdiera su autonomía, leyes internas y liturgia, este modelo lo podemos encontrar en algunas iglesias orientales que  regresaron a la comunión con Roma[5].

La necesidad de una primacía

Tanto la Iglesia Anglicana como la Iglesia Católica Romana comparten la necesidad de un primado universal como foco de unidad para todas las Iglesias locales, sin embargo aquí la cuestión radica en si esta debe ser únicamente de honor o de jurisdicción, al respecto diré que ambas posiciones tienen su parte de razón y es aquí donde hay que encontrar el justo medio.

El conocido escolar luterano W. Pannenburg ha dicho que “dejando a un lado por un momento la cuestión acerca si el papado es de origen divino o humano, la necesidad de un ministro de unidad en la Iglesia es tan evidente que las actitudes negativas protestantes no deben ser más adoptadas”[6] y es que en nuestra misma comunión esto lo podemos ver muy claramente que el que ni siquiera nuestros órganos colegiados como la Conferencia de Lambeth, el Consejo Consultivo o el Arzobispo de Canterbury tengan autoridad para actuar en casos de importancia como las divergencias con respecto a la ordenación de sacerdotes gays, matrimonios de parejas de un mismo sexo, etc., que han causado graves problemas por ejemplo en la Iglesia Episcopal en Estados Unidos.

Recientemente inclusive se ha abierto una revisión a petición del propio Arzobispo de Canterbury, George Carey, sobre la necesidad de poder tener más facultades para el cumplimiento de su misión como primado dentro de la Comunión Anglicana, todo esto a raíz de las dos consagración de dos obispos anti-homosexuales en Singapure para servir como obispos misioneros en Estados Unidos, ya que se temía que estas consagraciones pudieran causar una división en la Iglesia Americana, y es que aunque el la desaprobó, el no tiene poder para tomar acción alguna para resolver las disputas.

En ambos casos no se trata de dar un poder ilimitado, sino sólo el necesario para poder llevar a cabo efectivamente las tareas inherentes a su oficio, es por esto que aunque el Papa actualmente disfruta de un poder casi ilimitado, el mismo ha convocado a los lideres de otras Iglesias en su encíclica Ut Unum Sint (Que todos seamos Uno)[7], para que juntos reformen el rol del papado, de manera que juntos encuentren la manera que el ministerio del Obispo de Roma debería ser ejercido en una situación nueva.

El Arzobispo de Canterbury, George Carey ha dicho que “en un mundo lleno de violencia y división, los cristianos necesitamos urgentemente ser capaces de hablar con una voz común, confidente del espíritu de paz” e invita a una seria consideración y debate.

Creo que el trabajo de la ARCIC durante este tiempo nos ha mostrado que nuestras diferencias en cuanto a fe, práctica y visión de la autoridad no son irreconciliables, AUN SI CONSIDERAMOS EL MODELO CENTRALIZADO DE AUTORIDAD ACTUAL DE LA IGLESIA ROMANA, YA QUE COMO HEMOS DICHO EL INFORME ESTABLECE QUE EN UNA IGLESIA RE-UNIDA  LAS DECISIONES SE TOMARÍAN DE MANERA COLEGIAL Y NO POR UN SÓLO HOMBRE.

ARCIC dice que la comunión con la sede de Roma podría traer a las iglesias de la Comunión Anglicana no sólo una amplia koinonia sino también un fortalecimiento de poder para realizar su idea tradicional de diversidad en unidad. Los católicos romanos, por su lado serían enriquecidos por la presencia de una tradición particular de espiritualidad y escolaridad que le falta, la cual ha  privado a la Iglesia Católica Romana de un precioso elemento en la herencia cristiana. La Iglesia Católica Romana tiene mucho que aprender de la tradición sinódica anglicana  de involucrar al laicado en la vida y misión de la Iglesia.

Asimismo ARCIC ha llegado al consenso de que en vista de consideraciones históricas en torno a la importancia que para la cristiandad ha tenido la ciudad de Roma, por ser la ciudad donde San Pedro y San Pablo murieron y por ser la única sede que ha clamado una primacía universal y que ha ejercido y sigue ejerciendo dicha episcopé es la sede de Roma, por lo que han dicho que parece apropiado que en cualquier futura unión, una primacía como la descrita pudiera seguir siendo mantenida por esa sede.

Dominus Iesus y su impacto en el diálogo ecuménico

Hasta aquí parecería que se había alcanzado un gran consenso entre nuestras Iglesias hacia un reconocimiento común, sin embargo nuevamente e ignorando el gran avance de 30 años de diálogo ecuménico no sólo entre nosotros, sino también entre otras confesiones cristianas, la Iglesia Católica Romana mediante el documento Dominus Iesus ha retomado su antigua posición con respecto a las demás confesiones cristianas de ser la única y auténtica encarnación de la Iglesia de Cristo, y decir que aunque reconoce fuera de su comunión “muchos elementos de santificación y verdad” en las iglesias y comunidades eclesiales separadas de la Iglesia Católica Romana, “su eficacia, principalmente de estas últimas “deriva de la misma plenitud y gracia que fue confiada a la Iglesia Católica (Romana)”, con lo que se declara Madre de todas las denominaciones cristianas.

Este último punto de diferenciación entre Iglesias y comunidades eclesiales es quizás el que más afecta al movimiento ecuménico entre la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Anglicana, ya que nuevamente se pone en duda el carácter auténtico de Iglesia que tiene la Comunión Anglicana, ya que de todos es sabido que la Iglesia Católica Romana no ha reconocido la validez de nuestras ordenaciones a partir de 1896 cuando León XIII las declaro invalidas, y hasta ahora no ha habido ningún cambio oficial en esa postura, aun cuando con la presentación del acuerdo de ARCIC sobre ordenación y ministerio de 1973 se había dicho que con base en el gran consenso sobre el significado de la Eucaristía y del ministerio ordenado se establecían las bases para hablar de las ordenaciones anglicanas desde un nuevo contexto, y que se abría el camino para una reconsideración del veredicto dado en Apostolicae Curae sobre nuestras ordenes.

El Arzobispo de Canterbury ha dicho que “al presentar nuevamente la antigua posición Católica Romana sobre su postura hacia las otras Iglesias Cristianas, no se logra nada nuevo en este documento. Tampoco se refleja un entendimiento más  profundo de todo lo que se ha logrado a través del dialogo ecuménico y la cooperación durante estos últimos treinta años. Aunque este documento no sea parte de este proceso ecuménico, la idea que la iglesia Anglicana y otras iglesias no son "propiamente iglesias" parece poner en duda todo el avance ecuménico que se ha alcanzado”.

“Por supuesto que la Iglesia de Inglaterra y el resto de la Comunión Anglicana no acepta en ningún momento que sus ordenes sagradas y su Eucaristía sean deficientes. La Comunión Anglicana cree que es parte de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica de Cristo, en cuyo nombre le sirve a El, y da testimonio aquí y en todo el mundo”, lo anterior también en palabras del Arzobispo Carey. Y no es que estemos preocupados por el hecho de que Roma nos reconozca, como si ella fuera la que decidiera si somos una Iglesia o no, o si nuestros sacramentos son validos; solamente decimos que es lamentable que después de 30 años de diálogo, la Iglesia Católica Romana no haya podido aquilatar los logros alcanzados y que haya reinterpretado desde un ángulo extremadamente conservador los contenidos del Concilio Vaticano II.

Tal y como establece el documento Unitatis Redintegratio de este concilio “el verdadero ecumenismo no puede darse sin la conversión interior” y por lo tanto un diálogo realmente ecuménico no se puede dar en un contexto de yo soy la única Iglesia verdadera y las reglas para la reunificación de los cristianos las pongo yo, que es lo que en pocas palabras quiere decir la Iglesia Católica Romana con este documento.

Conclusiones

Ahora que hemos llegado a este punto, ¿Cuáles son las conclusiones que podemos sacar sobre este diálogo?, ¿Acaso está sepultado como muchos han especulado?, ¿Debemos continuar a pesar de las posiciones reaccionarias y anti-ecuménicas de la Iglesia Romana?

Pienso en primer lugar que el continuar buscando la unidad de todos los cristianos es una obligación evangélica que todos los cristianos debemos adoptar y no obstante las adversidades no debemos de dejarnos vencer. Por otra parte no pienso que la declaración Dominus Iesus refleje en su totalidad el pensamiento católico-romano, ya que durante estos 30 años de intercambio de experiencias y de trato hemos visto que existe un gran sector al interior de esta que ansía una verdadera reforma en esta Iglesia, y esta podría ser la verdadera causa del lanzamiento de este documento.

Como hemos visto el punto central en el que se ha basado el diálogo entre nuestras Iglesias está basado principalmente a partir del lanzamiento de El Don de la Autoridad en una verdadera reforma al interior de la Iglesia Católica Romana para que exista un verdadero equilibrio de poderes entre los Obispos alrededor del mundo y el Obispo de Roma, además de ejercitar a plenitud las recomendaciones aún no cumplidas del Concilio Vaticano II, con lo que las curias (principalmente ocupadas por conservadores) perderían todo el poder que hasta ahora gozan.

 No me extrañaría que el actual estado de salud del pontífice romano (quien durante todo su pontificado ha demostrado un verdadero espíritu ecuménico y ha puesto como punto número uno de su labor la reconciliación de los cristianos) pudiera ser aprovechado por los conservadores representados por el Cardenal Ratzinger que con el pretexto de guardar la ortodoxia de la Iglesia emita este documento y obligue literalmente al Papa a firmar tal negación de los logros alcanzados.

Y no sería la primera vez que declaraciones de este tipo ponen en peligro el diálogo entre nuestras Iglesias específicamente, ya en alguna ocasión sin que estuviera justificado de ninguna manera, la Congregación para la Doctrina de la Fe emitió un comentario a una carta del Papa titulada Ad Tuendam Fidei (En Defensa de la Fe), poniendo como ejemplos de doctrinas que sin ser consideradas “divinamente reveladas” deben ser tomadas por los católicos-romanos como obligatorias por haber sido “establecidas definitivamente por la Iglesia con su carisma de infalibilidad”: la ordenación sacerdotal exclusiva para los hombres y la reiteración de la declaración de León XIII con respecto a la nulidad de las ordenes anglicanas, en un momento en que el que la ARCIC había declarado que se podría reconsiderar el veredicto de Apostolicae Curae, y curiosamente este documento sale apenas unos días después de la última reunión de ARCIC, con lo que claramente podríamos pensar que cada vez que se consiguen avances importantes en este diálogo, el Cardenal Ratzinger (quien al parecer es un enemigo del ecumenismo) pudiera aprovechar su posición para echar reversa cada vez que se consiguen consensos importantes, justo ahora que estaba a punto de darse una declaración conjunta entre nuestras Iglesias.

Podríamos entonces también preguntarnos ¿Quién gobierna realmente la Iglesia Católica Romana, las curias o el Papa?, pero este no es el punto que nos atañe, por lo que dejando un poco atrás este punto podemos concluir que no debemos perder los logros obtenidos en este diálogo ni en ninguno de los que participa la Iglesia Anglicana, y podemos ver que aun falta camino por recorrer (principalmente del lado católico romano) antes de alcanzar un acuerdo pleno de unidad, ya que existen obstáculos aparte de los establecidos por este documento, tales como la ordenación de mujeres al sacerdocio , el reconocimiento de las ordenes anglicanas, y el asunto de la pretendida infalibilidad papal que no fue afirmada ni negada en el último documento de la ARCIC directamente, entre otros que harán que  aun haya cuestiones por definir antes de asentir una eventual unión, aun así preguntaría ¿Estamos listos?.


* Licenciado en Ciencias de la Comunicación y congregante en la Catedral de San José de Gracia.

1 El texto completo está disponible en español en la dirección http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20000806_dominus-iesus_sp.html

[2] Este y los demás documentos de la ARCIC están disponibles en la página del Centro Pro Unione (sólo en inglés) en la dirección http://www.prounione.urbe.it/dia-int/arcic/e_arcic-info.html

[3] Resolución #8 de la Conferencia de Lambeth (1988).

[4] El texto completo está disponible en el sitio en internet de la Comunión Anglicana en la dirección www.anglicancommunion.org

[5] El texto esta disponible en la página del Proyecto Canterbury, la dirección es http://justus.anglican.org/resources/pc/misc/beaudin.html

[6] W. Pannenburg en Una Sancta (1975) Pags. 220-221

[7] El texto completo esta disponible en el sitio en internet del Vaticano en www.vatican.va